6 March 2023

Para nadie es noticia que los sismos son eventos que pueden llegar a ser devastadores. Recientemente, el 6 de febrero de 2023, Turquía y Siria sufrieron uno de los sismos -y sus réplicas- que más daño han ocasionado en el mundo en cuanto a pérdida de vidas, heridos y número de edificios afectados. En las noticias y redes sociales, es fácil encontrar videos de más de un edificio colapsando, y para alguien que vive en la Ciudad de México (CDMX), no es difícil empatizar con la tragedia.

Precisamente, este sismo evoca a los últimos que se han grabado en la memoria colectiva de los mexicanos, no solo por el nivel de daño generado, sino porque por una terrible coincidencia, los tres han ocurrido un 19 de septiembre, en 1985, 2017 y 2022. Los tres causaron pérdidas de vidas y cuantiosos daños a las propiedades, inmuebles e infraestructura. Los tres tuvieron una magnitud mayor a 7.0. Afortunadamente, ninguno de los tres fue durante la noche. Todos, absolutamente todos los que los vivimos, recordamos exactamente qué estábamos haciendo en cada uno de esos tres sismos. En mi caso, en 2017, estaba en Guadalajara haciendo los preparativos para participar en el Congreso de Ingeniería Sísmica de la SMIS, qué ironía. En 2022, trabajando desde casa en Ciudad de México, un lunes que parecía el inicio de una semana tranquila, se convirtió en varias semanas de evaluaciones de edificios.

Fotografía 1. Sismo en la Ciudad de México (México, 1985. Pedro Valtierra)
Fotografía 2. Sismo en la Ciudad de México (México, 2017. Santiago Arau )
Fotografía 3. Sismo en Manzanillo (México, 2022. Miguel Hernández)
Fotografía 4. Sismo en Manzanillo (México, 2022. Miguel Hernández)

Como ingeniero civil especializado en las estructuras, vivir en un país donde cada año ocurre al menos un sismo de magnitud mayor a 6.0 [1] , significa constantemente pensar en el impacto de mi profesión en mi entorno cotidiano, así como en el de mi familia y amigos. En este contexto, cualquier cosa que tenga un techo encima representa un riesgo de colapso mayor solo por estar ubicado en la CDMX, comparado con otras ciudades. No obstante, dicho riesgo se puede disminuir si se aplican previsiones de ingeniería que permitan a los elementos estructurales que sostienen al techo a soportar las fuerzas que genera un sismo.

A pesar de saber todo esto, es inevitable no sentir angustia en esos pocos segundos en los que se determina si el movimiento anormal es un simple mareo o si realmente es un sismo. Una vez que se sabe que es un temblor, los mexicanos estamos entrenados a activar el reflejo de moverse de debajo del techo que tenemos encima, porque consciente -o inconscientemente la mayoría de las veces- pensamos que se nos vendrá encima. La realidad es que cada vez colapsan menos edificios. En México, en 1985 fueron alrededor de 400; en 2017, fueron 38 y ninguno en 2022. De la misma manera, cada vez mueren menos personas: 3192 oficialmente en 1985 [2] (aunque se estiman 20 mil), 369 en 2017 [3] y 1 en 2022 [4]. Estas cifras son señal de un recorrido que va en buena dirección, aunque también se reconoce que la meta no se ha alcanzado.

Aunque es prácticamente imposible que una estructura no sufra ningún tipo de afectación durante su vida útil, hoy existe tecnología que permite que no solo los edificios se dañen menos, sino que los contenidos y usuarios también se vean menos afectados. Elementos como los aisladores de base, por ejemplo, pueden disminuir el movimiento que se transmite del suelo a la estructura. La aplicación de estos dispositivos es cada vez más común y no falta mucho tiempo para que alguien que se encuentre dentro de uno de estos edificios definitivamente se sienta más seguro estando dentro que fuera de él.

De cualquier forma, las deficiencias que se han evidenciado en el reciente sismo en Turquía y Siria me hacen recordar una frase que frecuentemente decía un profesor de la especialidad: «Nadie ha visto el sismo más fuerte». No solo en México sabemos que en cualquier momento vendrá otro terremoto, pero como usuarios, la contratación de un seguro de propiedad nos permite mitigar el riesgo financiero que implicaría el daño de nuestra propiedad.

Sin dar muchas vueltas, estudié ingeniería con la intención de diseñar puentes y la vida me llevo a hoy aplicar mis conocimientos a la evaluación forense de estructuras una vez que ha ocurrido un incidente. He tenido la oportunidad de evaluar diversos edificios afectados por sismos. En algunos casos, los daños eran superficiales, como fisuras en los materiales de recubrimiento, mientras que en otros una restructuración integral era imprescindible. Desarrollarme en este sector me parece algo apasionante y además, resulta satisfactorio poder participar en proyectos cuyo objetivo es la restitución de los daños en las propiedades de las personas.

Desde CDMX estoy a la orden para atender cualquier reclamo asociado con daños en estructuras, y apoyado por el equipo internacional de DAC, podemos cubrir cualquier región en el mundo.

Miguel Hernández, MI, IAAI-FIT
Civil/Structural Forensic Engineer
M: +52 55 2860 0525
T: +52 55 4748 0838
mhernandez@dac-consultingservices.com

DAC Consulting Services


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